Javier De Haro, psicólogo infanto-juvenil
Si hablamos del ranking de lo que más nos cuesta afrontar cuando tenemos hijos pequeños, sin duda, entre los tres primeros puestos, encontramos a la protagonista de nuestro artículo: las rabietas.
Lo primero que tenemos que saber es que no hay fórmulas mágicas ni recetas milagrosas. Las rabietas son universales y nos va a tocar lidiar con ellas en más de una ocasión. Da igual que tu hijo sea el más cariñoso, el más tranquilo o el más obediente. Seguro que, hasta a los padres del mismísimo Ghandi pasaron por esto. Y es que, aunque nos pueda costar aceptarlo, las rabietas son tan universales como necesarias para el desarrollo emocional del niño.
De la misma forma que es bueno que un niño se aburra para aprender a entretenerse de forma autónoma, las rabietas les permiten gestionar la frustración que sienten cuando les decimos que no pueden tener o que no pueden hacer algo que quieren. Nosotros, los adultos, cuando nos frustramos intentamos canalizar esa energía a nuestra manera: deporte, música, contar hasta diez, hablar con alguien. Los niños pequeños no tienen esas herramientas y lo hacen de la única forma que saben: con una rabieta.
¿Qué podemos hacer los padres para evitar las rabietas?
Si entendemos las rabietas como algo necesario e inevitable, ¿Qué papel jugamos los padres en todo esto?
Nuestra misión es acompañarlos y ayudarles a gestionar esa frustración de forma sana, positiva y pedagógica. Sin embargo, en ocasiones, a pesar de nuestras buenas intenciones, obtenemos el efecto contrario y no sólo no logramos ayudar a nuestros hijos, sino que acabamos más frustrados y nerviosos que ellos.
Piensa en ti mismo. ¿Recuerdas algún momento en el que hayas explotado? Tensión, desesperación, frustración. Imagina ahora que estando de esa forma alguien te sujeta para que te quedes quieto. O te grita para que pares. O te humilla con el famoso “qué van a pensar de ti”. O te amenazan con un “no venimos más al parque” o “te quedas aquí”. Seguramente todo eso no ayudaría a calmarte. Más bien lo contrario. Imagínate ahora cuando se trata de niños pequeños con una rabieta.

Si deseas salir victorioso de una rabieta y ayudar a tu hijo a aprender a gestionar su frustración, hay una serie de pasos que podemos seguir:
1º Mira por su seguridad. Siempre lo primero en la lista ¿Hay peligro para ellos? ¿Algún espacio más propicio cerca? Imagina, por ejemplo, que a la hora de irse del parque se tira al lado del carril bici. Con cariño y con cuidado (si no queremos llevarnos algún manotazo) les llevaremos a un sitio donde puedan y podamos gestionar la rabieta sin riesgos.
2º Prepárate. Después nos toca a nosotros. Si tienes alguna frase que te ayude a calmarte, éste es el momento. Contar hasta 10. Respirar. En definitiva, intentar abordar la situación con calma es fundamental porque eso es lo que les transmitiremos. Calma, paciencia, comprensión y amor, mucho amor.
3º Acompáñale. Tenemos que entender que una rabieta no es algo personal contra nosotros ni tampoco una forma de manipulación. Necesita canalizar su frustración, por lo que darle un poco de espacio sin alejarnos mucho hará que estemos con ellos sin presionarles, sin amenazarles y, especialmente, sin gritarles.
4º Empatiza con él. Vamos a intentar conectar con él diciéndole frases cortas, claras y con calma. Por ejemplo un“estás triste”o “te gusta mucho estar en el parque”. El objetivo no va a ser resolver la rabieta, sí tocar su lado racional. Poco a poco lograremos que nos responda, que se sienta comprendido y, sobretodo, que rebaje su frustración.
5º Ayúdale. Una vez más calmado, vamos a ayudarle a superar definitivamente esa frustración. No podemos ceder a su demanda porque se acostumbrará a conseguir lo que quiere con rabietas. Pero, tras conectar con él, cuando veamos que nos ha respondido y que su nivel de tensión ha bajado, sí podemos buscar una solución cambiándole el foco que ha originado su frustración. Por ejemplo, “hay que ir a casa porque es de noche. Cuando lleguemos, ¿jugamos juntos con los coches o quieres que cantemos canciones?”. Si es algo saludable, que le motive y que podamos compartir con él, mejor y más fácil será.
6º Volved a sonreír. Es importante cerrar bien lo que ha pasado. Abrazos, besos, mimos, juegos, canciones, etc. Cualquier cosa que os dibuje a ambos una gran sonrisa. Las experiencias positivas son terapéuticas y tras una rabieta seguramente no sea sólo él quien necesite una buena dosis de felicidad.
Tal vez no sea la fórmula mágica que esperabas, pero, sin duda, si ponemos en práctica estos consejos lograremos sobrevivir con éxito a esas temidas rabietas.
2 Comments
Un post excelente, muchas veces no consigo lidiar con las rabietas de mis pequeñas y he buscado cantidad de información pero hasta el momento nada me ha ayudado. Toda esta información me ha venido genial y me ha dado otro enfoque del problema. Un saludo y muchísimas gracias por este trabajo tan fabuloso.
¡Genial! Me alegra muchísimo leer tus palabras y que te haya sido de utilidad. Muchísimas gracias por tu comentario.