Alejandra Melús. Atención Temprana
Ya son más de 60 días en casa y son muchos los niños y las niñas que se empiezan a resentir al vivir esta situación excepcional y anómala.
Hemos dado un gran paso, ya que en la actualidad podemos salir a la calle, con horarios pautados y ciertas restricciones, pero la vuelta a la normalidad no será inminente, por lo que la rutina que teníamos establecida anteriormente, aún tardará en volver.
Esto ha supuesto un cambio absoluto en nuestras vidas, horarios y hábitos, ya que nada es igual a la rutina que teníamos antes de esta pandemia.

¿Cuáles son los cambios más habituales que han experimentado los niños durante el confinamiento?
El principal y más evidente es la ausencia de libertad a la hora de salir a la calle.
Estar durante tantos días confinados en casa, provoca en ellos la falta de satisfacción de muchas de sus necesidades básicas dentro de la infancia.
Los niños y niñas tienen una gran necesidad de movimiento. Es su modo de descubrir el mundo, conocer el entorno, adquirir destrezas a nivel motor y consumir su energía vital.
Ahora nos encontramos con que esta necesidad no se satisface como debiera y acarrea consecuencias en ellos y ellas que son evidentes.

También la falta de rutina y horarios, tal y como los conocíamos hasta ahora, hace que estén siguiendo una rutina nueva, donde nada es igual que lo era hace dos meses.
En muchos casos hay que sumar las tareas que se pautan desde el colegio, además de la falta de socialización entre iguales y el teletrabajo de las familias unido a la carga de las tareas del hogar y otras necesidades que debemos cubrir dentro del día a día.
Todo esto supone una mezcla explosiva para muchos niños y niñas, que acaban mostrando alguna regresión en su comportamiento a causa de la situación que están viviendo.

¿Qué es una regresión?
Es un mecanismo de defensa del cerebro consistente en la vuelta a un nivel anterior del desarrollo. Es decir, ante una situación inesperada, extrema o de descontrol, el cerebro vuelve un paso hacia atrás para tomar impulso y poder así continuar avanzando, de tal manera que afianza cada paso.
¿Qué conductas o regresiones pueden aparecer en nuestros hijos e hijas?
Alteración en el sueño: hay niños y niñas que empiezan a mostrar dificultad a la hora de dormir, o quizás no se sienten cansados, o se despiertan varias veces durante la noche. Puede ser debido a la falta de ejercicio físico y movimiento. Muchos de ellos y ellas están menos cansados que de manera habitual, y esto afecta directamente a su patrón de sueño.
Podemos intentar realizar una rutina de ejercicios diarios, hacer un baile, imitar movimientos de animales, copiar una coreografía o aprovechar la hora de salir a la calle para buscar un espacio abierto donde correr, montar en patinete o dar unos toques al balón, si es posible.
También puede que nuestro hijo o hija nos pida dormir con nosotros o quizás necesite una luz para acostarse cada noche. Lo mejor es ofrecer ese acompañamiento y mostrarnos pacientes y tranquilos.
Quizás sea buen momento para eliminar siestas cortas por el día, con el fin de que por la noche descansen mejor.

Dificultades con la comida: puede que hasta ahora nuestro hijo comiera bien y ahora no muestre interés por la comida, o no quiera probar comidas nuevas, o rechace ciertos alimentos.
Dentro del desarrollo normal de los niños y niñas, es habitual que estos cambios surjan, por lo que en situaciones tan especiales como lo es esta, puede que aparezcan estas conductas aún con mayor motivo.
Lo más recomendable es seguir ofreciendo siempre alimentos saludables, sin forzar ni poner el foco en el tema, tratando de no estar hablando del mismo tema todo el día y valorando los progresos. Poco a poco todo irá adquiriendo una nueva normalidad si restamos importancia a este comportamiento y tratamos de reforzar aquello que si nos guste de su conducta.

Pesadillas o terrores nocturnos: hay fases en el desarrollo de cualquier niña o niño donde aparecen las pesadillas.
Lo ideal es acompañar estas situaciones, mostrándonos disponibles y cercanos. Lo más importante es ofrecer nuestro cariño y acompañamiento cuando esto suceda, para proporcionarles seguridad y confianza. Podemos ayudarle a poner palabra a sus miedos, tratando de ofrecer herramientas como cuentos, realizar un dibujo o hablar sobre lo que teme o le hace tener pesadillas.
Control de esfínteres: hay niños y niñas que puede que hayan vuelto a hacerse pis o caca tras haber mostrado el control de estos durante una etapa.
A veces la falta de rutina, un cambio brusco o una situación inesperada, puede hacer que esto suceda. En muchos casos esta conducta desaparece de manera natural a los pocos días o semanas. Nuestro papel como adultos es acompañar esta situación poniendo nuestra atención y el foco en los logros y no tanto en los errores.
Es importante mostrarse disponible y cercano, sin mostrar enfado ante una situación como esta, donde el niño o la niña necesita de nuestro apoyo y comprensión.

Rabietas: durante esta etapa la gestión de las emociones está siendo realmente complicada.
Cualquier persona, a cualquier edad puede necesitar ayuda en algún momento a la hora de gestionar sus emociones, y más aún en este momento de nuestras vidas, ya que estamos ante una situación única y que jamás habíamos experimentado. Cuando aparece una rabieta, solo vemos la expresión de esta emoción convertida en enfado, llanto, frustración, pero no somos capaces de ver qué ha sucedido para que haya sucedido esto.
Es por eso que ante una rabieta debemos mostrarnos disponibles para escuchar lo que nuestro hijo o hija quiera decirnos, ofrecer nuestro acompañamiento con un abrazo, cariño y amor, y esperar para hablar cuando se sienta preparado para ello. Es normal que ante esta situación aparezcan más rabietas, frustración y enfado, y tengamos que emplear la paciencia como principal arma.
Olvido de hitos previamente adquiridos: puede que nuestra hija o hijo supiera escribir su nombre y ahora no recuerde bien cómo hacerlo, o que no sepa contar tal y como lo hacía antes o haya olvidado algunos conceptos que antes si sabía. Esto es totalmente habitual.
El contexto de aprendizaje en el que se encuentra no es el mismo que era hace unas semanas. Ahora aprende y repasa lo aprendido desde casa y antes lo hacía en el colegio con sus compañeros.

Todo ha cambiado y esto puede hacer que durante unos días necesite practicar para volver a recordar un aprendizaje. Esto también sucede cuando hay un tiempo de vacaciones o ante un cambio brusco en el entorno. Sin presión y con práctica, pronto volverá todo a la normalidad.
Las regresiones, en la mayor parte de los casos, suelen ser temporales y son una respuesta o conducta normal en este tipo de situaciones tan excepcionales. En un principio, debemos ocuparnos de ello sin preocuparnos.
Nuestro papel como adultos debe ser el de acompañar adecuadamente estas conductas, y en la mayoría de los casos, tras unos días o unas semanas, todas las situaciones no solo pasarán sino que además observaremos un avance en sus patrones. Las claves son el amor, la paciencia y la calma.
Y si lo necesitamos, también podemos consultar con nuestro pediatra para descartar otro tipo de situaciones.
Leave A Reply