Javier De Haro, psicólogo infanto-juvenil
Aunque bien podría tratarse de un remake de Almodóvar, el título del artículo es el denominador común que todos sufrimos en algún momento de nuestra travesía por la paternidad.
Ser padre es algo maravilloso. Casi mágico. Pero sobre todo es probablemente el mayor de los cambios que viviremos. Entre otras cosas, implica que empezamos a sentirnos afortunados cuando dormimos más de 4 horas seguidas. O que cuando veamos un deportivo de lujo, nos consolaremos pensando en lo pequeño que es el maletero.
Significa ya no buscar Estrellas Michelín ni menús gourmet, sino restaurantes con zona infantil. Incluso nos llegaremos a sorprender tarareando sin motivo aparente grandes éxitos como Hakuna Matata, Suéltalo o Baby Shark.
Una vez que somos padres ya no hay vuelta atrás. Automáticamente nos vemos inmersos en un Ironman de descubrimientos y aprendizajes, de cambios y decisiones, de sacrificios y emociones que va a durar toda la vida. Una carrera de obstáculos que compaginará momentos maravillosos con otros donde nos podremos sentir agotados, perdidos o, incluso, superados. A veces nos faltará tiempo. Otras, energía. Por eso, si queremos disfrutar de la paternidad y superar todos esos obstáculos, no debemos olvidarnos de lo importante que es cuidarnos para mantener nuestro equilibrio físico, mental y emocional.
Aunque hay muchas estrategias más, en este artículo os recomiendo, más como padre que como psicólogo, varias ideas para fomentar nuestro autocuidado y así afrontar de forma más sana y positiva la paternidad.
Necesito tiempo para mí ¿Cómo lo hago?
En primer lugar, delegar. No hay que cargarse con todo las 24 horas del día. Ni somos perfectos, ni tenemos súper poderes. Ser padres implica, ahora más que nunca, funcionar como un verdadero equipo. No es necesario hacer todo los dos ni que siempre lo haga la misma persona. Sí decidir qué tarea o tareas puedo delegar en otra persona y así, sin sentirme culpable, tener tiempo para mi.
Y si hablamos de tiempo para uno mismo, es importantísimo cuando conseguimos robarle tiempo al tiempo, agendar ilusiones semanales. Por supuesto que tiene que haber momentos en familia, pero también debemos cuidar ese espacio individual y en pareja que tanto aporta. Al menos, en la agenda, uno de cada a la semana. Ir al gimnasio, quedar con las amistades o simplemente escapar para leer un libro al aire libre. Cualquier plan que haga ilusión y permita desconectar. Si no podemos contar con el “comodín de los abuelos”, merece la pena invertir periódicamente en una canguro de confianza.
La tercera idea tiene relación con un refrán muy conocido: “más vale prevenir que curar”. En cuanto a la paternidad, además de curar, también supone evitar tensiones y preocupaciones. Todo lo que podamos dejar listo, lo agradeceremos.
Por ejemplo, evitaremos ir 3 ó 4 veces semanalmente al súper si hacemos el menú o la lista de la compra semanal. Y si la pedimos online, aún más eficientes. Al prevenir, ahorramos un tiempo valiosísimo además de evitarnos prisas y nervios.
En la inmensa mayoría de los casos, si aprendemos a organizarnos bien y
eliminamos ladrones del tiempo, borraremos ese “es que no tengo tiempo” de nuestro repertorio habitual.
Obligado, si hablamos de prevenir, hacer una mención especial a las normas. No se trata de inundar la casa y vivir en constante tensión, sí de pensar cuáles son los momentos más conflictivos y plantear una norma con su consecuencia coherente para cada uno de ellos. De esta forma, será bastante más fácil para todos gestionar muchos de esos “malos ratos” que tanto nos cuesta (y nos desgasta) afrontar.
Finalmente, como decía Steven Covey, “lo más importante en la vida es que lo más importante sea lo más importante”. Ser padre implica priorizar. Implica pensar que muchas veces no va a ser compatible pasar tiempo de calidad con nuestros hijos, con nuestra pareja o con nosotros mismos si estamos más pendientes de que no lleven ninguna mancha, que no haya ningún trasto tirado en el salón o que la casa esté impoluta. Y si aún dudamos sobre qué priorizar, preguntémonos a nosotros mismos: ¿Qué me gustaría que le contara mi hijo de mí a su futuro hijo? Y, más aún, ¿Qué estoy haciendo para conseguirlo?
El autocuidado es la asignatura pendiente de muchos padres. Algunos porque no encontramos tiempo, otros porque nos hemos olvidado de nosotros mismos y otros por ese sentimiento de culpabilidad. Pero si entendemos que no desconectar y recargar nuestras baterías supondrá tener menos paciencia con ellos, transmitirles más ansiedad y vivir centrados en lo negativo, podremos ver que eso de mimarse a uno mismo es también una inversión para ellos: tendremos más energía, más paciencia y estaremos más contentos. Y es que eso de ser feliz es algo recíproco: nosotros lo seremos si nuestros hijos lo son, por supuesto, pero también
lo serán ellos si nos ven felices a nosotros.
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