«La infancia es única y debe ser cuidada y respetada por todos, ya que marcará el futuro del niño y su forma de ver el mundo”.
Alejandra Melús es maestra de Educación Especial y experta en Atención Temprana e Intervención Psicomotriz y trabaja con niños de cero a seis años realizando sesiones individualizadas de tratamientos especializados.
Podéis seguirla en su blog Atención Temprana y Estimulación
¿Qué beneficios tiene educar en la diversidad?
Hasta los tres o cuatro meses, los bebés permanecen pegados a sus padres, ya que no es hasta ese momento cuando comienzan a interesarse más por su entorno, los objetos y el espacio.
Ese interés les lleva a comenzar un proceso de movimiento, acción y desplazamiento que durará el resto de sus vidas y les servirá para socializarse, comunicarse y para infinidad de situaciones más.
¿Cómo se desplazan los niños?
Hacia los cuatro o cinco meses los niños inician el volteo, girando de un lado a otro, interesándose por aquellos objetos que están junto a ellos y tratando de cogerlos.
Desde los 5-6 meses comienzan a reptar, consiguiendo recorrer pequeños espacios por sí mismos y alcanzando aquello que les atrae y llama su atención.
Se arrastran por el suelo moviendo brazos y piernas y logrando objetivos cercanos.
A partir los seis meses, habrá niños que ya comiencen a ponerse a cuatro patas y situarse en la posición de gateo, balanceándose situados sobre manos y rodillas. Este balanceo les sirve para prepararse para comenzar a gatear, ganando equilibro y estabilidad, a la vez que juegan con la gravedad.
Una vez se sientan decididos, con un pequeño impulso en sus extremidades inferiores, conseguirán desplazarse y comenzar así a gatear.
Desde esta posición podrán ponerse de rodillas apoyándose en una superficie, para después ponerse de pie y más tarde caminar de manera autónoma sobre los doce meses.
Y ¿cómo puedo potenciar el gateo?
Si queremos que nuestro hijo se desplace, tendremos que propiciar esta situación.
– El uso de hamacas, maxicosi o tacatás está totalmente desaconsejado, ya no sólo por lo que os contaba en este post, sino también por lo que limitan el movimiento del niño.
A veces facilitan nuestro día a día, pero deben ser un recurso limitado y en el caso de los tacatás ni siquiera eso.
– El suelo debe ser el sitio donde estén los peques la mayor parte del tiempo. Es un espacio del que todos disponemos y que favorece gran cantidad de habilidades en el niño.
Debe ser un suelo firme y cálido, ya que la estabilidad es necesaria y la calidez supone confort.
Podemos usar, por ejemplo, suelos de este tipo para proteger y dar seguridad al niño y mayor comodidad, sin perder estabilidad y firmeza.
También podemos usar alfombras donde los peques no resbalen y que sean fáciles de limpiar.
Pero lo importante es que recordemos que el suelo es el mejor sitio para que estén los niños desde los 3 meses, ya que allí ganarán habilidades y herramientas para desplazarse, mejorar su tono muscular, coordinar su cuerpo, mejorar su equilibrio y coordinación de hemisferios, tener conciencia del espacio y percepción de éste a través de los sentidos y además, supondrá mayor autonomía para ellos.
Al principio serán pequeños ratitos de suelo, para más adelante ir ofreciendo más momentos, dependiendo de los intereses y las necesidades de vuestro peque.
– No debemos adelantarnos al desarrollo del niño. Es decir, el peque debe estar en la postura que sepa alcanzar por sí mismo. Si no se sienta, no le sentaremos.
De igual modo, si no se pone de pie, no le agarraremos de las manos para caminar ni para sujetarle para que salte.
Estas posturas no sólo no ayudan al niño, sino que le perjudican, haciendo que su espalda, sus piernas o sus brazos, estén en posturas en las que su cuerpo aún no está preparado y ejerciendo fuerzas que perjudican sus articulaciones y, por lo tanto, no está maduro para ello.
La naturaleza es sabia, y hasta que el niño no se coloque por sí solo de un modo, dejaremos que se mantenga como haya logrado de manera autónoma.
– Ofrecer objetos llamativos al peque, que le gusten y le motiven a moverse y alcanzarlos. Es una buena herramienta para que quiera desplazarse y realizar un esfuerzo tan grande para él.
Puede situarse con un miembro de la familia a un lado y que la mamá o el papá le llamen a un par de metros para que vaya hacia ellos.
Seguro que con un poco de motivación y constancia el peque acabará acudiendo.
– Jugar mucho tiempo boca abajo favorece el tono muscular de brazos y piernas, además del necesario en tronco (espalda y abdomen) y cuello para gatear.
Es importante que desde que son pequeños juguemos en esta postura con ellos, tumbándonos a su lado e intentando permanecer cada vez más tiempo.
Podemos coger objetos por ambos lados, jugar apoyados en los codos, en las manos o sobre una sola mano.
También podemos tumbarle boca abajo sobre una pelota de pilates, y balancearle suavemente de un lado a otro agradándole por la cadera y de este modo, favorecer que saquen sus manitas para apoyarse en el suelo.
– Los peques copian todo. Si no sabemos cómo ayudarles a que aprendan un nuevo movimiento, nos podemos animar a realizarlo con ellos para que lo imiten y lo acaben realizando por sí mismos.
Poco a poco veréis cómo integran nuevos patrones casi sin darnos cuenta. Ya sabéis que son esponjas.
Y ¿qué aspectos favorece el gateo?
Desde la postura de gateo, el peque aprende y adquiere gran cantidad de habilidades:
– Su visión mejora de manera significativa.
Hay una mayor coordinación y enfoque, ya que la distancia entre los ojos y el suelo es la ideal para favorecer el enfoque al mirar en un punto concreto del suelo y tener que volver a mirar al infinito para desplazarse.
Por ello hay una mayor coordinación óculo- manual, donde el patrón ojo- mano es esencial para avanzar y moverse.
– Mejora el tono muscular, ya que con el gateo se mueve todo el cuerpo y éste gana en fuerza y coordinación.
– Fomenta la autonomía y la autoestima del niño, ya que se desplaza por sí mismo y además logra alcanzar objetos y personas sin necesidad de los demás.
– Favorece la sedestación autónoma. Desde esta postura el niño puede sentarse solo, sin ninguna ayuda. Además puede colocarse de rodillas e incluso ponerse de pie con un apoyo.
– Activa patrones similares a los empleados en el proceso de lecto-escritura, como el movimiento de ojos y la distancia de éstos al suelo, ya que es la misma que se emplea al leer o escribir más adelante.
– Además el patrón cruzado del gateo hace que se empleen ambos hemisferios y esto ayuda a conectarlos entre sí.
Este movimiento ayuda a establecer la futura laterialización.
– Mejora el sistema vestibular del niño, afianza las articulaciones y el sistema propioceptivo.
Como podemos ver el gateo aporta grandes beneficios a los niños y por ello, es importante favorecerlo en la medida de nuestras posibilidades, mostrando un espacio adecuado para ello, seguro, protegido, y que respete el desarrollo de nuestros peques y sus ganas de explorar y descubrir el mundo.
No debemos olvidar que cada niño es único y madura en un momento diferente, siendo los tiempos variables en cada peque.
Y tú, ¿crees que es importante el gateo? ¿Has podido comprobar sus beneficios? ¿Sabes si gateaste de pequeño?
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