Peleas entre hermanos ¿Qué podemos hacer?
Javier de Haro, psicólogo infantil y juvenil
Tener un hermano puede ser un gran tesoro, lo digo por experiencia. Pero como bien habréis leído, subrayo el “puede” porque ese vínculo tan bonito y valioso corre el riesgo de convertirse en todo lo contrario si no les ayudamos a aprender a resolver sus conflictos y a canalizar envidias, celos y rencores.
El resultado de muchos de los conflictos entre hermanos son las peleas. Si esto os resulta familiar, sabed que es algo muy normal por básicamente dos motivos. Primero, la convivencia. Convivir implica que pueden surgir conflictos. Y, en segundo lugar, porque nosotros, aunque alguna vez nos puede costar, sabemos solucionar nuestros conflictos dialogando, siendo asertivos y respetándonos. Los niños no saben hacerlo así. Les cuesta mucho. Son competitivos, en caso de conflicto para ellos empatizar no es lo primero y, además, responden instintivamente porque su capacidad de autocontrol todavía está en pañales. Por eso, nuestra gran aliada, como en la inmensa mayoría de los temas relacionados con la educación, va a ser la prevención de las peleas.
No esperéis motivos coherentes. Cualquier excusa puede prender la mecha. Basta un “me has mirado mal” o un “es que yo quiero ver los dibujos” para que pasen de 0 a 100 en un pestañeo. Empieza el primer asalto.

¿Cómo podemos prevenir las peleas entre hermanos?
- Potenciar la inteligencia emocional. Desde bien pequeñitos podemos ayudarles a que reconozcan cómo se encuentran los demás y a saber cómo actuar en consecuencia. Por ejemplo, enseñarles que cuando alguien llora puede estar triste y que un abrazo y un beso le puede ayudar a estar contento.
- Es sano que tengan un espacio individual, que se echen un poco de menos. Pero también tenemos que fomentar que jueguen juntos. Compartir experiencias positivas fortalece enormemente el vínculo entre hermanos. Los juegos en familia son una gran herramienta para compartir momentos felices. Desde los competitivos como el Parchís que pueden servir para aprender a gestionar la frustración, hasta los cooperativos como Pillado para entrenar el trabajo en equipo.
- Establecer normas. A la hora de prevenir, las normas son fundamentales. Ayudan a educar y facilitan unos límites claros. No se trata de ahogarles con mil normas, sí ver qué situaciones son las más conflictivas y establecer normas explícitas consensuadas en familia. Por ejemplo, ¿se pelean por la televisión? La norma puede ser que si hay gritos o se dicen cosas feas se apaga la televisión un tiempo determinado y pasado éste no se vuelve a poner hasta que se disculpen con sinceridad.
- Ser un buen ejemplo. Los niños aprenden más observándonos que escuchándonos. Por eso las normas son para todos, y, especialmente, que vean que si nosotros discutimos, también sabemos pedirnos perdón.
Tras la prevención, ahora toca decidir cuándo y cómo vamos a actuar cuando haya “amenaza de tormenta”.

¿Cómo podemos actuar ante un conflicto entre hermanos?
Siempre será recomendable intervenir cuando pueda existir un abuso. Es decir, cuando uno se está aprovechando o hiriendo con sus comentarios al otro. En este caso, hablaremos con quien está provocando el abuso, le marcaremos el límite haciéndole ver cómo afecta a la otra persona y el porqué no puede hacerlo más. Después pondremos juntos una norma para que, en el futuro, si vuelve a ocurrir, tenga una consecuencia.
Otras situaciones donde sí o sí actuaremos será cuando haya agresiones físicas o verbales que superan lo que entendemos como “algo sin importancia”. En este caso, sin adoptar una estilo agresivo, cortaremos la situación poniéndonos en medio de los dos y diciendo una palabra clara y contundente que usaremos específicamente para estas situaciones (“ya”, “quietos”, contar hasta 5, etc.). Acto seguido aplicaremos la consecuencia de la norma, invitándoles a que cuando estén tranquilos se pueden juntar para buscar una solución y explicársela a los papás.
En el resto de situaciones vamos a dejarles que resuelvan sus diferencias aún cuando veamos que están empezando a elevar el tono de voz o pensemos que la cosa puede acabar mal. En todo caso, si somos incapaces de no tomar cartas en el asunto, intentemos no ser los jueces que dictan sentencia. Simplemente acerquémonos a ellos para informarles de la norma que están a punto de incumplir y la consecuencia que tendrán.
Como en las películas, en el caso de las peleas, los finales también son muy importantes. Una vez haya pasado todo y estén receptivos, ayudarles a comprender los sentimientos del otro, pensar cómo podrían reparar el daño causado (sobre todo el emocional) y buscar alternativas que les ayuden en el futuro. De esta forma les ayudaremos a que aprendan a gestionar de manera positiva sus próximos conflictos. Merece la pena, ¿verdad?
