Sara Palacios, aunque en la red muchos la conocen como Walewska (su nombre de guerra), es curiosa, inquieta, seriéfila, gafapastas y a ratos pedante.
Mamá de Mencía y Aldara los que la conocen dicen que tiene mucho sentido del humor y «yo no sé si soy graciosa o no, pero que me gusta reírme continuamente es un hecho. ¡Soy una optimista incorregible!»
Podéis seguirla en su blog Mamis y Bebés
Instrucciones para sobrevivir a las cenas de empresa
Diciembre es el mes del año en el que tenemos más compromisos sociales, con diferencia. A las tradicionales comidas y cenas en familia hay que sumar los festivales y espectáculos de los niños si es que los tenemos y ouyeah, las cenas de empresa.
Obviamente tienen que hacerse en diciembre sí o sí porque es el único momento del año en que somos capaces de olvidarnos de que al que se sienta en el despacho de al lado es idiota perdido y 9 de cada 10 días no lo soportas. Tanta paz, tanto amor y el plus pa el salón hacen que nos inunden los buenos deseos y que nos olvidemos por completo de que el año anterior a dios pusimos por testigo de que no nos veríamos en otra como esa. Pero tanto fun fun fun no puede ser bueno para la salud y justo el día que preguntan que quien va a ir a la cena te pillan en un renuncio y zasca, ya te han liado.
Ánimo, que nos pasa a todos y ya lo dice el refrán, mal de muchos consuelo de tontos. Y si no, que levante la mano quien no haya sufrido algunas de las cosas que enumeramos ahora.
1. ¿Dónde, cuándo, cómo y ¡¡¡POR QUÉ!!!?
Hay empresas, generalmente las grandes, que se encargan de organizar ellos el sarao y es un relájate y disfruta (o lo que sea). Te dan día, hora, lugar y lo único que tienes que hacer es asistir. Estas son las fáciles. Las divertidas son aquellas en las que se deja al libre albedrío de los empleados de la oficina el organizar algo para Navidad, en un alarde de imaginación. Primer problema ¿Dónde lo hacemos? porque unos quieren cerca del trabajo, otros cerca de casa, a unos no les gusta la comida india, a otros un chino les parece una cutrez etc. Segundo problema ¿Cuándo? porque siempre hay dos bandos, los que lo quieren en el fin de semana a toda costa y otros que dicen que entresemana sí o sí. Hay que además intentar cuadrar con los compromisos, con las cenas de amigos, con los puentes… Si amigos, ha habido reuniones de la ONU más tranquilas.

Representación gráfica
Además, da igual lo que hagas. Siempre has perdido tanto tiempo discutiendo estos pormenores que luego cuando es hora de reservar siempre está todo cogido ya y acabas cenando donde puedes y cuando puedes. Conclusión: empezad a decidirlo en agosto. De nada.

El garito donde acabamos cenando el año pasado. Un poco viejuno, pero no había otro disponible.
2. A lo que vamos ¿Quién es el paganini?
Nada más triste que tener que ir a un restaurante que no te gusta, a comer un menú que no te apetece, con gente que no son tus amigos y que te cobren el doble de lo habitual sólo porque sea un menú de Navidad. Por eso las penas son menos penas cuando tu jefe dice «hoy no escotamos ¡pago yo!»

Un poquito más, que paga el jefe
3. Preparados, listos, ¡ya!
La cena de empresa no es una cena de amigos. Es posible que alguno de los que vayan te caiga especialmente bien e incluso es posible que con alguno tengas amistad, pero no es tu grupo de amigos, esos que te conocen hace trillones de años. Por estadística seguro que hay muchos que ni fu ni fa, otros con los que no habrás cruzado más de tres palabras hasta la fecha y otros que directamente te caen mal. Por eso tienes que hacerte un Félix Rodríguez de la Fuente y observar hábilmente antes de tomar asiento.

Que las cenas de empresa son peores que observar al lupus lupi
Consejos:
- Antes de entrar al salón conversa con quienes te quieras sentar: posiblemente acabéis entrando en ese orden y acabarás a su lado
- Nunca llegues tarde: el sitio que va a quedar en la mesa es el que nadie más quiere. Y ya sabes lo que quiere decir… al lado del jefe o lo que es peor, al lado del pelota del jefe.
No te quieres sentar al lado de ninguno de estos dos y lo sabes.
- Presidir es un horror. Te pierdes la mitad de las conversaciones y estás ahí como de exposición
- Si eres visitas con frecuencia al baño (o sea, la manera fina de decir que eres un poco meona) mejor no te pongas en la parte interior de la mesa o pegada a la pared. Esto en realidad debería ser una máxima en la vida.
4. Tus compañeros de trabajo
Tú estás acostumbrada a conocer a tus compañeros de trabajo en un determinado contexto: Fulanita gruñendo porque las facturas están mal, tu compañero montando la bronca por teléfono, la que va cantando la canción de Mercadona por los pasillos, la que no se entera de nada o el que cuenta los chistes machistas al lado de la máquina de café. Bien. Pues en la cena de empresa es todo así, pero más.

¡Soy un festival del humor!
Porque al natural relajo fruto de no estar en el ambiente opresor de siempre se une el hecho de que hay alcohol rondando por ahí y a veces hay que darse a la bebida para conseguir sobrellevarlo sin cortarse las venas. ¡Mesura! Sí, sabemos que como Bermúdez cuente un chiste malo más vas a necesitar mucho alcohol para ahogar tus penas pero ¡sé fuerte! Piensa que aunque te apetecería beberte hasta el agua de los floreros y motivos no te faltan vas a ver a esas personas todos los santos días y tal vez no tengas ganas de que te recuerden que acabaste cocida como una gamba.
Lo importante: estate con la gente maja de tu trabajo, que seguro que lo hay y si realmente quieres fiesta al límite siempre se puede hacer discretamente mutis por el foro hacia sitios donde no nos conozcan tanto.
5. La post-cena
Y después de la cena ¿cuál es el plan? Al momento de las copas y bailoteo sólo quedan los valientes y ahí sí que ya podemos tratarnos de igual a igual: de juerguista a juerguista. Cuando tienes veintipocos es posible que salgas todos los fines de semana, pero cuando tienes hijos es más que posible que la cena de empresa sea una de las pocas veces que sales en el año. Así de triste es todo. Algunos están muertos matados a las doce como Cenicienta pero otros ante la perspectiva de salir a darlo todo se les ilumina la cara como a un Gusiluz. ¡Fiesta! Que dupliquen la media de edad de la gente del bar, que la última vez que salieran se pudiera fumar en los bares, o que no conozcan ninguna de las canciones que suenan son detallitos sin importancia para aquel que fue un pendón antaño pero ahora las circunstancias de la vida le impiden ejercer… al menos temporalmente.

Los típicos mayores que bailan las canciones modernas como si fueran de antaño
Al final, aunque despotriquemos y aunque digamos que lo odiamos sabemos que no ir a la cena de empresa es perdernos un montón de anécdotas durante las siguientes semanas. Y un cotilleo es un cotilleo… ¡Vive dios!

Yiiiiiiiija
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