Quién no ha dudado sobre qué responder cuando un niño o una niña de 3, 4 o 5 años, de repente, nos pregunta: ¿Qué es el pene?, ¿por dónde nacen los bebés? O cuando los sorprendemos tocándose sus genitales… Entonces nos preguntamos ¿qué deberíamos hacer? Y dudamos si al responder a sus preguntas los estamos incitando a una actividad sexual inadecuada y prematura…
La respuesta es muy sencilla: para nada los estamos incitando hacia lo que los adultos entendemos como sexo. En la infancia no existe un interés sexual por los demás ni por sí mismos. Lo que están haciendo es conocer su propio cuerpo y lo que les hace sentir.
Por ese mismo motivo les gusta (y les divierte) otras conductas como eructar o tirarse un pedete y somos los adultos los que tenemos que enseñarles que estos comportamientos no se pueden hacer en cualquier momento, ni delante de cualquier persona. Igual pasará con las preguntas y el comportamiento relacionado con la sexualidad.
Además, hemos de aprovechar sus preguntas para enseñarles el respeto por su cuerpo, que los demás no los pueden tocar sin su permiso y, a su vez, ellos y ellas deben respetar el cuerpo de los demás.
¿Qué otras pautas podemos poner en marcha?
Lo primero de todo, no alarmarse: no sentir vergüenza, miedo o asco ante la curiosidad infantil, ni ante determinados comportamientos como masturbarse. Si perciben que tenemos una actitud negativa o una reacción de rechazo, dejarán de preguntarnos.
Entenderán que es algo malo, oscuro o sucio. Y lo harán a escondidas. Buscarán información acudiendo a otras fuentes, ya sea internet (que no deberían, pero sabemos que usan los móviles para esto), otros iguales o incluso, otros adultos.
En segundo lugar, tenemos que leer y formarnos como madres y padres. Existen libros que hablan sobre la sexualidad infantil: sólo con poner en Internet “sexualidad padres libros“, aparecerán.
En tercer lugar, hay una norma cuando educamos lo afectivo-sexual: no se da más información que aquella que nos demanden. Para ello, hay que escuchar bien sus preguntas, para darnos cuenta de si se refieren, por ejemplo, a su cuerpo, a las diferencias entre niñas y niños, a expresiones de afecto y/o sexuales, a palabrotas, o a cómo nacen los bebés.
Hay que ceñirse a lo que nos pregunten y expresarnos de forma asequible a su capacidad comprensiva. También aprovecharemos la ocasión para averiguar el origen de la pregunta; si partió de sí mismos o de algún comentario que han oído a personas más mayores, series de televisión o juegos a través de alguna pantalla.
En cuarto lugar, dejarles claro que entre mamá o papá y la niña o el niño no hay secretos y podemos hablar de cualquier cosa. Lo contrario, potenciar los secretos, es un facilitador de los abusos sexuales en la infancia. Estar acostumbrados a que adolescentes o adultos les ordenen que no digan nada, abre el camino para la ocultación.
Sin embargo, si hay una comunicación abierta, frecuente, sincera, amorosa y que les ayude a distinguir entre lo que está bien y lo que está mal, sin sentirse culpables, serán capaces de que si pasara algún incidente, lo cuenten.
Finalmente, llamemos a las partes del cuerpo humano por su nombre. Igual que no le cambiamos el nombre a los ojos, a los brazos o al cabello, entonces, ¿por qué lo hacemos con los genitales?
Siguiendo estas pautas favoreceremos su autoestima, su afectividad, el cuidado por su cuerpo y la relación con los demás… ¿Queremos perder esta oportunidad o que crezcan felices y plenos?
Juani Mesa Expósito es Doctora en Psicología Evolutiva y de la Educación y Sexóloga, y co-autora del libro Enseñar a los hijos a convivir (Edt. Desclée). Puedes seguirla en su blog y en su página de Facebook.
Además, imparte a nivel nacional un programa llamado Competencia social para primaria y secundaria, dirigido al profesorado que trabajará en el aula la inteligencia emocional y la mejora de la convivencia.
Dicho con otras palabras, aprender a relacionarse y a crecer como personas desde la relación. También da charlas para padres y madres, y tiene consulta privada.
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